En las culturas indígenas de Latinoamérica, ‘taita’ es aquel padre creador que conoce su medicina tradicional para comunicarse con el espíritu y así tener el poder de curar el alma, la mente y el cuerpo. ¿Acaso no es esta la función de un músico? Los Taitas son tres y lo tienen claro: la música es su superpoder. Manejan con total sabiduría su propia medicina: el jazz y las tradiciones musicales de sus regiones; los vehículos son el piano, la batería y el contrabajo, su efecto es emocionante, potente y revelador.
El concierto ofrecido por este trío de jazz el pasado 16 de mayo en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango fue una muestra en vivo de cinco de los temas de su primer trabajo discográfico y otros tres adicionales que reafirmaron las influencias de las músicas populares de Colombia y el Caribe en su actividad creativa. Patrones rítmicos de géneros como el bambuco, el chandé y otros ritmos andinos y caribeños, baladas, tumbaos de la salsa, claves de la música latina y arrullos del Pacífico son la base de cada composición que se enriquece con armonías extendidas, ritmos compuestos y un contrapunto bien hilado que ofrece texturas y atmósferas cambiantes.
Entre los poderes de Los Taitas se reconoce otro especial y es que su música remite a lugares. Bien sea un espacio físico y reconocible, o uno mental e imaginario, sus temas describen emociones, personajes, hacen transliteraciones, descripciones, recorridos por atmósferas contrastantes y se empiezan a hacer visibles amaneceres, mareas mansas y oleajes, cordilleras, paisajes, melancolía, alegría, sosiego. Su música es una constante referencia a Colombia, pero no desde lo literal y lo explícito, sino desde los detalles que permanecen en las capas más profundas de la música, como quien dibuja con sonidos la cartografía de un país.
Cada uno de los músicos ha edificado su propio sonido, su propio lenguaje, su estilo, su gusto especial para tocar. Sumados, son una comunión poderosa en la que cada uno juega a fundirse y a separarse del otro mediante sus improvisaciones con la plena conciencia de que no existe jerarquía alguna, sino que todos son esenciales e imprescindibles para lograr el objetivo. El piano de Giovanni Caldas es casi poético. Sus improvisaciones son auténticas melodías que podrían ser repetidas en su totalidad por la voz. Cada nota tiene un valor único, cada una es diferente a la anterior en términos de dinámica, intención o articulación.
El desarrollo de sus solos suele desembocar en pasajes virtuosos y en citas a patrones rítmicos latinos, a giros melódicos y armónicos del Pacífico o el Caribe, como si fueran dos aguas que se mezclan. Por su parte, Diego Pascagaza, en el contrabajo, es una voz profunda, ágil, precisa y rítmica que sobresale por su sonido contundente y redondo y que luego se hace sutil y se camufla en las frecuencias graves del piano o entre los golpes de la batería. Las dinámicas del baterista Juan Felipe Calderón son fascinantes, al igual que sus contrastes tímbricos, su precisión y su mesura en el sonido. Sus solos son casi otra parte de la melodía, ligeros y a la vez contundentes, coherentes con la atmósfera y el carácter íntimo y acústico del formato.
Temas como El Taita y Whipala, de Juan Felipe Calderón, Transubstanciación de Giovanni Caldas o Al alba, canción tradicional, en versión para trío de jazz por Los Taitas, reflejan ese carácter calmado, sabio y profundo, casi cantable de su música y reta a los intérpretes a hacer de sus instrumentos voces que se entretejen y cambian de color. Otros temas como Puyandé y Doñacla, de Juan Felipe Calderón, Aliteración de Giovanni Caldas o el bis de Diego Pascagaza reflejan esa riqueza rítmica que caracteriza la música latinoamericana y exponen la conexión y sincronía de los músicos en escena.
El único sinsabor de este concierto fue un tema de balance por la amplificación y la disposición de los instrumentos en la Sala. La ubicación del piano no fue acorde a su proyección natural pues el intérprete estaba de espaldas al público y la cola del piano daba contra la pared del auditorio, lo cual hizo que quedara relegado ante los otros. Igualmente, las intervenciones del contrabajo no fueron del todo nítidas en ocasiones. Surge la pregunta de si es necesario y coherente amplificar un formato acústico en una sala cuya acústica natural podría ser más que suficiente.
Sin embargo, el sonido en vivo no impidió apreciar la calidad del trío. La preparación, la experticia interpretativa y técnica y el nivel compositivo de los músicos son una muestra del talento y la excelencia musical del país: propuestas frescas, jóvenes, de altísima calidad que entran a competir con ensambles de mayor trayectoria. El jazz de los valles, las montañas y los mares viajará a muchos puertos. Aquel que lo escuche comprenderá el poder que atesoran Los Taitas: la capacidad de transformar y conferir significado a un breve instante o a la existencia entera.