Lo primero que hay que decir es que, aún después de un año, es difícil acostumbrarse a ver conciertos mediados por una pantalla. No existe absolutamente nada que nos permita simular un concierto en vivo, aquella inmersiva, sensorial, íntima, susceptible al otro y cambiante experiencia. Sin embargo, el concierto del acordeonista italiano Samuele Telari, estrenado el pasado 3 de marzo en el marco de la Temporada Digital de Conciertos del Banco de la República 2021, logró algo que es difícil de conseguir con la virtualidad: emocionar hasta las fibras y ser tan cercano como se es posible.
Telari escogió las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach para esta ocasión. Esta obra, en su adaptación para acordeón cromático y original para clavecín, demanda una técnica realmente sólida y un dominio total del instrumento y el estilo, siendo el acordeón tan complejo y delicado. Tan pronto como Telari empezó a interpretar el Aria de la obra, me sorprendieron varias cosas: su impresionante abanico dinámico que, valga la pena decirlo, es más difícil de notar mediante una grabación de audio; su técnica perfecta y la claridad absoluta del sonido y las articulaciones. Pero más aún, me sorprendió cuando iniciaron las variaciones: un cambio de color del instrumento parecía trasladarnos del majestuoso timbre de un órgano al sonido añejo del clavecín, para descubrir finalmente que esa extensa paleta constituye la esencia del acordeón.
Las variaciones en forma de canon dejaron en evidencia la magistralidad de Telari para conducir y resaltar las distintas voces mediante sus matices y articulaciones; los movimientos con carácter de danza expusieron el carácter contrastante y la destreza del intérprete; aquellas variaciones más lentas y apaciguadas demostraron todo el potencial que tiene el artista para jugar con el tempo, estirarlo a su gusto y expresar emociones profundas y apasionadas; las más virtuosas fueron un derroche de técnica instrumental.
Además del despliegue musical del artista, hubo otro elemento de su concierto que consiguió hacer aún más cercana esta experiencia digital: los cambios de plano y ángulos de la cámara que nos permitieron rodearlo, como quien observa en un auditorio a veces un perfil del artista y a veces el otro. Primerísimos planos, planos medios y planos abiertos lograron esa emoción que se conjugó con la excelencia interpretativa del artista.
En especial, la variación XIII fue un ejemplo de lo anterior. Este momento musical, dulce, lírico y melancólico, inició en un sorprendente pianísimo que surgió de la nada. La cámara jugo allí un papel fundamental, pues la imagen de Telari apareció duplicada en la pantalla de forma artística: por un lado, un primerísimo primer plano de su cara, emotiva e inmersa en la música, y por el otro, el plano completo del intérprete que nos permitió ver el instrumento completo, sus manos y la expresión corporal de un acordeonista entregado a la música.
Lograr emocionar mediante un video es difícil, recoger las dinámicas musicales en una grabación de audio es aún más complejo, conseguir el resultado musical que alcanzó Telari en este concierto es realmente loable. Merecen aplausos el intérprete y los productores de este video. El único detalle de escena que cambiaría es el fondo en el que se veían dos tomas de corriente y un par de cables que ensuciaban el plano.
Por lo demás, este video digital de Samuele Telari confirma que un artista integral es aquel que, sin importar los medios o las circunstancias, consigue sus objetivos y trasciende la experiencia de quien lo escucha. Fue bello. Pero más que bello, trascendental y profundo. ¡Bravo!
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